Evolución del concepto de psicopatía

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En torno al concepto de Psicopatía, existe una vasta y variada literatura, en la cual se puede constatar la importancia creciente que ha alcanzado este trastorno, principalmente en los dos últimos siglos. Así es que, no es extraño encontrar diversas definiciones y redefiniciones que intentan acercarse a una delimitación clara de sus características clínicas y de su diagnóstico, lo cual refleja la complejidad del fenómeno que se intenta abordar. Por este motivo, se comienza con una breve revisión de algunos de los autores que han influido en la evolución histórica del concepto de Psicopatía, para luego, exponer con mayor profundidad a Hervey Cleckley y Robert D. Hare, cuyos planteamientos son relevantes en la construcción del concepto de psicopatía que está a la base de la escala adaptada en esta Memoria.

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA

P. Pinel

En 1809 designa a los individuos que van en contra de las normas con el término ‘manie sans délire’ o “manía sin delirio” (citado en Pinto, 2002), para describir un patrón de conducta caracterizado por la falta de remordimientos y una ausencia completa de restricciones, luego de darse cuenta que algunos de sus pacientes tendían a realizar actos impulsivos y arriesgados, a pesar de que su capacidad de razonamiento se encontraba conservada y de que eran capaces de darse cuenta de la irracionalidad de lo que hacían (Millon, 1998). A él generalmente se le da el crédito de reconocer a este tipo de locura como un trastorno mental específico (Smith, 1978 citado en Arrigo y Shipley, 2001), el cual no necesariamente implicaban la presencia de un déficit de razonamiento (Millon, 1998).

B. Rush

Introduce en 1812, una dimensión moral a los postulados de Pinel, al describir a un tipo de sujetos poseedores de una ‘depravación moral innata’, “en la que probablemente haya una organización original defectuosa en las partes del cuerpo relacionadas con las facultades morales de la mente” (citado en Millon, 1998, p. 448). Caracteriza además a estos sujetos como poseedores de un patrón de irresponsabilidad de larga evolución, el cual no iría acompañado de la respectiva culpa, vergüenza o duda sobre las consecuencias destructivas de sus acciones (op. cit). De esta forma, Rush pasa a ser el iniciador de la práctica de condena social contra los individuos etiquetados con estas características, fenómeno que según Arrigo y Shipley (2001), se extendió posteriormente por muchos años.

J. C. Pritchard

Es reconocido por ser el primero en introducir el concepto de ‘locura moral’, planteando que aparece cuando “los principios activos y morales de la mente se han depravado o pervertido en gran medida; el poder de autogobierno se ha perdido o a resultado muy dañado, y el individuo es incapaz, no de razonar a propósito de cualquier asunto que se le proponga, sino de comportarse con decencia y propiedad en la vida” (Pritchard, 1835 citado en Garrido, 2001, p. 32). En este sentido, la definía como una perversión mórbida de los sentimientos, afectos, inclinaciones, hábitos, impulsos y de la disposición moral, sin que esto conlleve un defecto intelectual o de razonamiento, así como tampoco alucinaciones (citado en Arrigo y Shipley, 2001). De este modo, defendió la idea de que el comportamiento de estos individuos se relacionaba a un defecto del carácter, el cual había que reprender y condenar socialmente (citado en Millon, 1998).

C. Lombroso

Propone la idea de ‘delincuente de nacimiento’, es decir, los hombres estarían determinados biológicamente para el crimen, por lo que la conducta criminal sería una especie de conducta atávica. Cabe destacar que esta postura fue la dominante hasta principios del siglo XX. Así, Lombroso (1876 citado en Millon, 1998) se preocupa de estudiar aquellos aspectos que caracterizan a los criminales, por lo que establece una serie de rasgos físicos propios de los criminales predispuestos constitucionalmente:

…mandíbula grande y proyectada hacia delante, orejas alargadas y frente despejada, eran zurdos y físicamente robustos, su desarrollo sexual era precoz, presentaban también insensibilidad táctil y agilidad muscular, etc. Desde el punto de vista comportamental, eran emocionalmente hiperactivos, temperamentalmente irascibles e impetuosos, y presentaban deficiencias de sentimientos altruistas. (p. 450)

J. L. Koch

Representa a la corriente de la investigación observacional. Propone que la anterior designación de ‘locura moral’ se cambie por la de ‘inferioridad psicopática’. De acuerdo a Millon (1998), este término se acerca al que hoy se conoce, partiendo del supuesto de que la psicopatía no sería una enfermedad, sino un desarrollo anómalo del carácter. Koch utiliza este concepto para caracterizar a aquellos individuos que tienden hacia los comportamientos anormales, debido a la influencia de la herencia, pero que no son ‘locos’ propiamente tales (Arrigo y Shipley, 2001). El término ‘psicopático’ fue seleccionado por Koch (1891 citado en Millon, 1998), para sustentar su creencia de que existía una base física o desorden congénito en estas alteraciones: “son siempre psicopáticas las personas que presentan estados y cambios orgánicos que están fuera de la normalidad fisiológica. Surgen de una inferioridad de la constitución cerebral congénita o adquirida.” (p. 450). Esta terminología encontró aceptación en Norteamérica y Europa, pero se basaba en presuntos defectos físicos, los cuales no fueron verificados a nivel estructural o fisiológico (op. cit).

E. Kraepelin

En 1909 propuso el término que hoy en día utilizamos de ‘personalidad psicopática’, para referirse a aquellas “personalidades pobremente dotadas por influencias hereditarias, dañadas en sus procesos germinativos y otras influencias físicas tempranas en el desarrollo” (citado en Gómez, Madariaga y Silva, 1976, p. 5), cuya condición era parte de un proceso irreversible, idea que perdura hasta nuestros días. Luego de una serie de modificaciones de sus postulados, define a los psicópatas como “personas con déficit de los afectos o de la voluntad” (1909/1915 citado en Millon, 1998, p. 451), a los cuales dividió en dos grupos: por un lado, sujetos que poseían una disposición mórbida, obsesiva, impulsiva y desviada sexualmente, y por el otro, sujetos que manifestaban peculiaridades en su personalidad, dentro de los que distinguió a los excitables, los inestables, los impulsivos, los mentirosos y timadores, los pendencieros y los antisociales. En relación a estos últimos, Kraepelin (1909/1915 citado en Partridge, 1930, pp. 88-89 citado en Millon, 1998) sienta los precedentes de lo que sería la nomenclatura actual, caracterizando a estos como:

…los enemigos de la sociedad… caracterizados por una falta de elementos morales. Suelen ser destructivos y amenazadores… carecen de una reactividad emocional profunda; poseen poca capacidad de comprensión y afecto. Es muy probable que hayan tenido problemas en la escuela, siendo proclives al absentismo. Suelen empezar a robar desde muy jóvenes y cometen crímenes de varios tipos. (pp. 451-452).

K. Birnbaum

Este autor por medio de su tesis social, fue el primero en introducir el término ‘sociopático’ (1914 citado en Millon, 1998) en relación con el comportamiento antisocial, el cual, según sus postulados, pocas veces surgiría de ‘rasgos inmorales inherentes al carácter’, sino que más bien serían un reflejo de la actuación de las fuerzas sociales, las que dificultarían la adaptación y adquisición de formas de comportamiento aceptables.

K. Schneider

Discípulo de Kraepelin, en 1934 propone una definición que se caracteriza más bien por ser práctica, en la que describe a las personalidades psicopáticas como “aquellas personalidades anormales que a causa de su anormalidad sufren ellas mismas o hacen sufrir a la sociedad” (citado en Gómez et al., 1976, p. 9). Aunque refuerza la idea de que muchos de estos individuos eran delincuentes desde jóvenes e incorregibles, creía que –además de estos sujetos que terminaban cometiendo actos delictuales– existían algunos viviendo dentro de la sociedad en forma normal y muchos de ellos presentaban un éxito inusual en el ámbito político o económico. De este modo Schneider, según Millon (1998), entiende la psicopatía de cuatro maneras: como un modelo de constitución hereditaria y estática, como una anomalía del carácter, como un tipo asocial, y como una estructura morbosa endotímica vital.

A. T. Beck y A. Freeman

En 1990, desde una orientación cognitiva, Beck y Freeman aportan novedosamente a la caracterización de estos sujetos, al poner énfasis en el papel que juegan las creencias disfuncionales al momento de darle forma a algunos de los aspectos del comportamiento antisocial. Plantean que “estas personalidades se ven a sí mismas como personas solitarias, autónomas y fuertes. Algunas creen que han sufrido abusos y malos tratos por parte de la sociedad y, por tanto, justifican la victimización de los demás porque consideran que ellos también han sido víctimas” (Beck y Freeman, 1990, pp. 48-49 citados en Millon, 1998 p. 458). En cuanto a las creencias nucleares, se destacan “Tengo que preocuparme por mí mismo”, “Me golpearán a mí si no golpeo primero”, “He sido tratado injustamente y tengo derecho a conseguir por cualquier medio lo que me corresponde”, “Los otros son débiles, y merecen que los dominen”, entre otras (Beck y Freeman, 1995, p. 508), las cuales están a la base de la distorsión de los pensamientos automáticos de estas personas, que devalúan al otro y lo hacen una víctima propicia para su propia protección o la satisfacción de sus impulsos (1990 citados en León, 2004).

H. J. Eysenck

Propone una teoría que combina elementos de la biología y del aprendizaje, sosteniendo que “los psicópatas poseen una disposición temperamental a la extroversión que les hace propensos a los comportamientos antisociales” (Eysenck, 1957, 1967 citado en Millon, 1998, p. 459). Según esta teoría del aprendizaje, aquellos individuos extrovertidos adquirirían de menor forma y más lentamente los valores e inhibiciones del grupo social al que pertenecen, a diferencia de los individuos normales, postura que se sustenta en la idea de la existencia de disposiciones constitucionales innatas en estos sujetos (op. cit). En 1970 utiliza el término psicópata o sociópata, para designar a “aquellos individuos que manifiestan serias dificultades de adaptación que no son deficientes mentales ni padecen de daño orgánico o epilepsia, ni caben dentro de la neurosis o la psicosis” (citado en Gómez et al., 1976, p. 11). En este momento, describe los síntomas presentes en estos sujetos: incapacidad de control emocional y de aprender de la experiencia, impulsividad, falta de previsión, inmadurez emocional, carencia de autorrealización, ajuste insatisfactorio al grupo, incapacidad para soportar el aburrimiento, irresponsabilidad y que son capaces de expresar todas las reglas sociales y morales verbalmente, pero sin comprenderlas y obedecerlas (op. cit.).

O. Kernberg

Más recientemente, este autor habla de un afecto hacia el sí mismo que es patológico. Así, el antisocial es una persona centrada en sí misma, grandiosa, con una ambición desmesurada y actitud de superioridad. Un segundo rasgo de personalidad lo observa en la relación de objeto: la envidia, la idea de la explotación de los demás y la necesidad de devaluarlos (Kernberg, 1970, 1989 citado en León, 2004). En este sentido, al igual que Cleckley(1), ve a las personalidades narcisistas y antisociales como poseedoras de un self en dos niveles estructurales: un self real de estas personalidades que está solo, vacío, incapaz de aprender, inferior e inseguro; estando oculto por una máscara que se le superpone, la cual es grandiosa en el caso del narcisista y es destructiva en el antisocial (1994 citado en Mata, 2000). Además, Kernberg (1988) afirma que la psicopatía, a diferencia de otras perturbaciones psiquiátricas, se acompaña por una extraordinaria ausencia de ansiedad o depresión manifiesta, así el principio motivador no sería la culpa sino la vergüenza.

2. HERVEY CLECKLEY

Autor norteamericano, clásico en el mundo de la psicopatía, que en su libro “The mask of sanity” publicado por primera vez en 1941, conceptualizó los aspectos más relevantes en cuanto al diagnóstico psiquiátrico de la Personalidad Psicopática, ofreciendo una caracterización clínica diferente de criminalidad y de desviación social.

En un intento por clarificar el problema de las terminologías y contrarrestar la tendencia a incluir trastornos muy diferentes bajo el rótulo de psicopatía, en 1941, propuso sustituir el término por el de “demencia semántica” (citado en Millon, 1994, p. 456), para resaltar lo que él consideraba la característica principal del trastorno, la separación entre la palabra y la acción(2), dando como resultado sujetos “altamente asociales, agresivos e impulsivos, que carecen de sentimientos y de culpa (a veces no por completo), y que serían incapaces de crear lazos de afecto duradero con otras personas […] superficialidad emocional, trato social aparentemente agradable e incapacidad para aprender de la experiencia” (Cleckley, 1941 citado en Gómez et al., 1976, p. 10). A lo que agrega que “El psicópata no procesa los hechos o datos que podrían ser llamados valores personales. Es incapaz de comprenderlos” (Cleckley, 1941 citado en León, 2004, Tradición Clínica Cleckley: “The Mask of Sanity”, 6). De esta manera, para el psicópata no son eficaces las experiencias normales de socialización a causa de este defecto innato, que junto con una capacidad emocional atenuada, dificulta el desarrollo de la moralidad (Cleckley citado en JuanEspinoza y Colom, 1998). Cleckley (1976) destacó de modo extraordinario la presencia de un “lenguaje hueco” en el psicópata para manipular. Puede repetir las palabras y decir que las comprende, pero no existe manera alguna de que pueda darse cuenta de que en realidad, no las comprende (Cleckley, 1976, p. 346 citado en Garrido, 2001):


Su respeto por la verdad es nulo, y no ha de creérsele más en las explicaciones del pasado que en los propósitos que pueda formular acerca del futuro y da la impresión de que ni siquiera puede comprender por qué otras personas se ven tan comprometidas con la verdad. Lo cierto es que cuando mienten lo hacen con candor y aparentan ‘que no les va nada en ello’; no ‘sobreactúan’, y son capaces de mirar tranquilamente a los ojos de sus interlocutores en medio de la mayor de las falsedades. En los casos raros en que reconocen sus añagazas(3) tratan de que los veamos sinceramente arrepentidos de su ‘conducta frívola’, extrañándose de que no creamos sus nuevas promesas, hechas ‘bajo palabra de honor’ o con un ‘juramento solemne’. (p. 72)

En su opinión (Cleckley, 1976, p. 351 citado en Garrido, 2001), los procesos lógicos del pensamiento funcionan perfectamente en el psicópata, sin embargo, usa el lenguaje sin llegar realmente a comprender el significado de lo que dice, al fallar la integración de la emoción con el sentido de las palabras:

Sus frases inteligentes son poco más que reflejos verbales; incluso sus expresiones faciales están sin el contenido emocional que implican. No se trata de una comprensión, sino de una mímica excelente de ésta. Ninguna intención sincera puede derivarse de sus conclusiones porque no existe ninguna convicción afectiva que pueda motivarle. (p. 72)

Le es imposible mostrar el más mínimo interés en las tragedias o alegrías del ser humano, las cuales no tienen significado ni constituyen fuerzas motivacionales. Más aún, no tiene la capacidad de darse cuenta que otros se sienten “con-movidos”. A pesar de una aguda inteligencia, es ciego frente a estos aspectos de la existencia humana. No es factible explicárselos, por que nada en su conciencia existe que pueda compararse con estos conceptos (Cleckley, 1976 citado en Garrido, 2001). Así es, como el psicópata para Cleckley, sería una persona con un CI normal, pero de emociones empobrecidas, conducta irresponsable y motivaciones inadecuadas, lo que constituye un comportamiento muy confuso para médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados, gendarmes, etc., en fin para todo quien tenga que ver con esta persona (Cleckley, 1941, citado en León, 2004).

Aún más importante que su propuesta de una nueva nomenclatura, que en su momento no se extendió demasiado, fue la claridad con la que describió los principales rasgos de estos sujetos, los que pueden verse en el Cuadro Nº 1.

Muy significativa fue también su idea de que estas personalidades no se encontraban únicamente en las instituciones penitenciarias, sino también en algunas de las posiciones sociales más respetadas, es decir, enfatiza que este desorden no respeta clases sociales. Es así como no todos los criminales son psicópatas. La mayoría de ellos no comete grandes crímenes, sino pequeñas transgresiones, una y otra vez. Cleckley ilustró su tesis con varios ejemplos de científicos, médicos, psiquiatras y hombres de negocios de gran éxito. Escribió lo siguiente (1941, citado en Millon, 1994):

En estas personalidades… suele existir un trastorno profundamente arraigado. La verdadera diferencia entre estos individuos y los psicópatas que continuamente entran y salen de las prisiones o de los hospitales psiquiátricos consiste en que su apariencia de normalidad es mucho más firme. La principal diferencia… reside tal vez en que la fachada de salud se extiende al aspecto material superficial. (p. 456)

Como se verá más adelante, los criterios propuestos por Cleckley han sido utilizados en diversos estudios sobre psicopatía. Uno de estos trabajos, que ha sido reconocido y valorado internacionalmente, es el instrumento psicométrico desarrollado por Robert D. Hare (Cañas, 1999): la Escala de Calificación de la Psicopatía Revisada (PCL-R).

3. ROBERT D. HARE

Robert D. Hare, Ph.D., profesor de Psicología de la Universidad de British Columbia(4) (Vancouver, Canadá) y Director del Laboratorio Hare en la misma universidad, es considerado como uno de los expertos mundiales más destacados en el estudio de la psicopatía(5), debido al gran número de evidencia empírica aportada por medio de diversas investigaciones realizadas en torno a este tema (Freeman, 2001; Raine y Sanmartín, 2000).

3.1. Características de la psicopatía

La definición del psicópata de Hare, retoma las características planteadas por Cleckley, que corresponden a las de un ser locuaz, grandilocuente, arrogante, insensible, dominante, superficial, egocéntrico, falso y manipulador (Cañas, 1999). Hare señala que (citado en Freeman, 2001):

Los psicópatas utilizan encanto superficial, manipulación, engaño, intimidación y violencia para controlar a otros y satisfacer sus propias necesidades egoístas… Carecen de conciencia y sentimientos hacia los demás, con sangre fría cogen lo que quieren y hacen lo que les apetece, violando las normas y expectativas sociales sin el más leve remordimiento, culpa o vergüenza. (p. 1)

En este sentido, se puede afirmar que los psicópatas carecen notoriamente de empatía en las relaciones interpersonales, es decir, manifiestan deficiencias en la habilidad de poder comprender el estado emocional de otras personas, fallando entonces en la actitud de entendimiento y aceptación del otro(6), cualidades que actuarían como amortiguadoras de la crueldad (Hare, 1990, citado en McCord, 2000 citado en Tapia et al., 2001). Así, “lo que destaca en él es que están ausentes las cualidades esenciales que permiten a los seres humanos vivir en sociedad” (Hare, 1999, pp. 2-3). Entonces, no conoce la lealtad con nadie, sea con individuos, grupos o instituciones; ya que sólo se moviliza por su propio interés. En esta misma línea, la necesidad de estímulo los lleva a correr grandes riesgos en forma no planificada e irresponsable, sin importarles las implicancias dañinas de su conducta para los otros, siendo asociales y no necesariamente antisociales como se verá más adelante. Todo esto configura un estilo de vida caracterizado por la impulsividad, el nomadismo, la inestabilidad, el oportunismo y la irresponsabilidad.

Según Hare, las experiencias sociales que normalmente modelan el desarrollo de la conciencia(7), no tienen incidencia en los psicópatas. Aunque ellos conocen las reglas, siguen sólo aquellas que eligen seguir, no importándoles las repercusiones que esto pueda tener para otros, a quienes ven como meros objetos. De este modo, son una especie de depredadores sociales, ya que se sienten libres para satisfacer sus necesidades y deseos, así como también para hacer cualquier cosa que se les ocurra, con tal de tener lo que quieren (Hare, 2004, julio). Frente al por qué de la debilidad de la conciencia de los psicópatas, Hare (1999), ofrece algunas hipótesis:

– Tienen una pobre capacidad para visualizar mentalmente, las consecuencias de su comportamiento. Especialmente, la imagen mental de las consecuencias para sus víctimas, es particularmente vaga.

– La conciencia no dependería únicamente de la capacidad para imaginar consecuencias, sino que también de la capacidad para dialogar mentalmente con uno mismo, como también lo ha demostrado el psicólogo A. R. Luria (1973, citado en Hare, 1999), quien en sus trabajos sobre el cerebro ha visto que en los psicópatas, estos autodiálogos carecerían de resonancia emocional.

– Los psicópatas tienen poca capacidad para experimentar respuestas emocionales de miedo y de ansiedad. Dado que la ansiedad esta asociada al potencial castigo de un determinado acto, ésta ayuda a suprimir dicho acto, por esto resulta fundamental para el desarrollo de la conciencia. Sin embargo, en los psicópatas la amenaza de un castigo no puede impedir que dichos sujetos cometan crímenes (Epperson et al., 1995).

Fuente: Adaptación de la Escala de Calificación de la Psicopatía Revisada (PCL-R) de Robert Hare en población reclusa del Centro de Detención Preventiva de San Miguel

Documental de REDES sobre psicópatas con Robert Hare y Vicente Garrido.

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NOTAS

RespuestasVeganas.Org: La mención de este texto en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que se compartan todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista.

(1) Autor que será revisado con mayor extensión en el próximo acápite, dada su mayor relevancia para la presente Memoria.

(2) La tendencia a decir una cosa y hacer otra, ya que sería capaz de elaborar frases semánticamente correctas, pero sin reconocer con precisión qué está diciendo.

(3) Añagazas se entiende como artimaña, artificio, ardid o treta.

(4) Universidad de Columbia Británica.

(5) Ha recibido numerosos premios como Canadian Mental Health Association Research Prize o el de la British Psychological Society, entre otros. En 1999 recibió la medalla del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia por su contribución al estudio de la psicopatía (Raine y Sanmartín, 2000).

(6) Sólo son capaces de tener una percepción intelectual de los sentimientos ajenos (León, 2004).

(7) La conciencia entendida como “controles internos” (Hare, 1999).

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