ARGUMENTO: «Al contrario que los humanos, los animales no tienen alma»

Algunas personas dicen que los animales no humanos no tienen alma y que por eso es éticamente correcto explotarlos y asesinarlos. Aunque no se sabe muy bien a qué se refieren algunos con la palabra «alma», su existencia nunca ha sido mostrada y a dicha petición algunos responden que «el alma es inmaterial», y por lo tanto no se puede ver ni medir… También afirman que el alma es inmortal.

Veamos a continuación cuando se comenzó a usar en occidente el argumento de la falta de alma de los animales no humanos para tratarles como simples objetos:

«Según Santo Tomás de Aquino, el intérprete de la cristiandad medieval, poseídos por espíritus malignos, los animales (principalmente los cerdos, que se buscaron problemas fácilmente como carroñeros errantes libres, pero también los asnos, toros, gatos, pollos, delfines, cabras, caballos, ovejas, lobos y otros) fueron considerados como carentes de alma y durante doce siglos fueron físicamente sometidos a juicio en toda Europa y las colonias americanas por supuestos crímenes graves. Sufrieron degradación pública y mutilación; fueron quemados, enterrados vivos, torturados y estrangulados, con la bendición de la Summa Theologica de Aquino, que proclamó que los animales poseídos por las Fuerzas del Infierno podían legítimamente ser castigados como satélites de Satán».[1]

«Creemos que sólo el hombre de por sí posee un alma sustancial, es decir, viva, en tanto que las almas de los animales perecen en el cuerpo» Tomás de Aquino, Summa contra Gentiles (1264), cap.82

«El brillante matemático católico francés René Descartes (1596-1650) estableció la dicotomía mecanicista al declarar una separación universal entre la res extensa, la realidad material determinada de la naturaleza, y la res cogitans, la realidad del pensamiento libre de las personas y de Dios. Descartes sostenía que el único ser que comparte atributos con Dios es el ser humano en la medida que tiene alma. Los animales, aunque parezca que sientan dolor, en realidad son máquinas que carecen de alma: «Estamos tan acostumbrados a considerar que las bestias sienten igual que nosotros, que nos resulta dificil liberarnos de esta opinión. Pero si estuviésemos igual de acostumbrados a ver autómatas que imitasen perfectamente nuestras acciones y los tomásemos sólo por autómatas, no abrigaríamos ninguna duda de que los animales irracionales son también autómatas». (citado por Jonas 1966, pp. 55-56)

Si bien la representación que hizo Descartes del universo como un inmenso mecanismo condujo a la expansión de la investigación científica, la aceptación de dicho universo cartesiano mecanicista también tuvo resultados negativos. Basándose en la autoridad de Descartes, se clavaba a los animales vivos sobre las mesas de disección para ilustrar su anatomía y su fisiología sin remordimiento alguno. Considerada insensible e inanimada, la naturaleza fue analizada sin miedo a ir más allá de unos límites establecidos. Se podía experimentar impunemente con la naturaleza, que comprendía formas de vida «inferior» que actúan mecánicamente y como autómatas. La filosofía de Descartes proporcionó una justificación formal -la licencia cartesiana- para investigarlo prácticamente todo en el esfuerzo por descubrir el mecanismo mediante el cual Dios había «construido» el mundo fenomenológico».[2]

Nicolas-Joseph Poisson (1637-1710) y Nicolás Malebranche (1638-1715) también argumentaron que los animales no podían tener alma, pues el sufrimiento de estos seres que no habían cometido pecado original sería incompatible con la bondad y/o omnipotencia divina.

Formulamos de forma más clara el argumento que utilizan dichas personas. Éste iría como sigue:

(A1) «La principal característica moralmente relevante es poseer un alma».
(A2) «Todos los humanos tienen alma».
(A3) Como (A1) y (A2) es verdadero «Es éticamente incorrecto esclavizar y asesinar a los humanos».
(A4) «Los animales no humanos no tienen alma».
(A5) Como (A1) y (A4) es verdadero entonces «Es éticamente correcto esclavizar y asesinar a los animales no humanos».

RESPUESTA VEGANA:

Este argumento puede rebatirse de las siguientes maneras:

1. Desde el punto de vista de la Ética (lo que DEBE ser):

(i) La sintiencia es la principal característica moralmente relevante, no el «alma». Los veganos afirmamos que la principal característica a tener en cuenta para mostrar respeto moral es la sintiencia[3], no la existencia de un supuesto «alma».

(ii) El criterio de «alma» se ha utilizado y se utiliza para discriminar arbitrariamente. Indígenas, negros y mujeres son algunos de los grupos de individuos sintientes a quienes en el pasado se ha tratado como simples propiedades apelando a que carecían de «alma» y que por lo tanto eran «inferiores»[4]; más tarde se les concedió «una». Estos son los peligros de la subjetividad extrema en manos de quien tiene poder, en este caso, cualquiera puede carecer de «alma» o de cualquier otra característica imaginaria si así le interesa a quien tiene poder, a la autoridad.

Afirmar que un cigoto humano debe ser moralmente considerado y respetado porque tiene un «alma» no tiene ningún fundamento científico, es una afirmación basada en creencias religiosas, en pseudociencia y en imaginación.

(iii) Incluso si existiera el «alma» no se justifica la explotación y el asesinato de otros animales. En el artículo «Ganancias mal adquiridas», el profesor Tom Regan nos habla sobre las implicaciones éticas que pudiera tener la existencia de un supuesto «alma» en nuestra relación con los animales de otras especies[5]:

[…] «Es evidente que hay mucha gente que cree que las diferencias teológicas separan a los humanos de los demás animales. Dios, dicen, nos ha dotado de un alma inmortal. La vida que vivimos en la tierra no es nuestra única vida. Más allá de la tumba hay una vida eterna: para unos, en el cielo, para otros, en el infierno. En cambio, los otros animales no tienen alma. En vista de lo cual tampoco tienen una vida después de la muerte. Ésa, podría aducirse, es la diferencia moralmente pertinente entre ellos y nosotros y por eso, cabría deducir, estaría moralmente mal utilizar a seres humanos en los experimentos de Ventrículo(1), mientras que no lo está el uso de chimpancés.

Vamos a limitar a tres puntos nuestra argumentación frente a esta postura. En primer lugar, la teología que (muy crudamente) hemos bosquejado no es la única a tener en cuenta para nuestro asentimiento informado. Hay otras teologías (sobre todo las de las regiones orientales y las de muchos pueblos nativos de América) que atribuyen a los animales un alma y una vida después de la muerte. Así, pues, antes de que podamos razonablemente servirnos de esta supuesta diferencia teológica entre los humanos y los demás animales como diferencia moralmente pertinente, habría que defender las convicciones teológicas propias frente a las de otras teologías competidoras. Explorar tales cuestiones es algo que sobrepasa el limitado alcance de este capítulo. Es suficiente, para nuestros fines, que tengamos en cuenta que hay mucho que explorar al respecto.

En segundo lugar, incluso si asumimos que los humanos tienen alma, mientras que otros animales carecen de ella, no existe ninguna conexión lógica evidente entre estos “hechos” y el veredicto según el cual estaría mal hacer con los humanos lo que no está mal hacer con los chimpancés. El tener (o no tener) alma constituye una obvia diferencia respecto a la posibilidad de que el alma de uno siga viviendo. Si los chimpancés carecen de alma, sus posibilidades son nulas. ¿Pero por qué eso hace que esté bien utilizarles, en esta vida, en los experimentos de Ventrículo? ¿Y por qué el hecho de que nosotros tengamos alma, suponiendo que la tengamos, hace que esté mal utilizarnos, en esta vida, a nosotros? Las preguntas que eluden quienes se apoyan en una supuesta “diferencia teológica” entre los humanos y otros animales como base para juzgar el modo en que puede tratarse a cada especie son muchas más que las que responden.

Tercero y último punto: convertir una teología determinada en patrón con el que se mida lo permisible, y en rigor lo que se apoya con fondos públicos en la sociedad occidental pluralista del siglo XX, es moralmente objetable per se; ofende, como mínimo, al sano principio moral, por no hablar del legal, de la separación de la Iglesia y el Estado. Aún cuando se hubiera demostrado –que no se ha demostrado- que es cierto que los seres humanos poseen un alma de la que los animales carecen, no debería utilizarse como arma para hacer con ella la política pública. En resúmen: no hallaremos la diferencia moral pertienente que estamos buscando si tratamos de encontrarla en el laberinto de las diferentes teologías alternativas».

2. Desde el punto de vista de la ciencia (lo que ES):

(iv) El concepto de «alma» es anticientifico. El mito del alma ya fue refutado por Hume, Kant, los materialistas y los neopositivistas que demostraron hace mucho que los argumentos racionales del alma no pasan de ser meros sofismas que encubren un vulgar deseo piadoso de inmortalidad («el hambre de inmortalidad» del que hablaba Unamuno). El alma es un concepto vacío que hace mucho fue expulsado de la psicología científica y de la psicobiología que parte de la hipótesis fecunda de la identidad entre los fenómenos mentales y los procesos cerebrales que hacen innecesario el mito metafísico del alma, el cuál es anticientífico por ser indetectable, inverificable y por contradecir el principio de conservación de la energía. Al ser el alma una característica inverificable, en el pasado ha sido utilizada para discriminar moralmente a esclavos humanos, a personas de piel oscura, a mujeres y a niños, siendo hoy utilizada por algunas personas para discriminar a los animales no humanos.

«Naturalmente, siento mucho haber esperado tanto tiempo, pero es mejor tarde que nunca. Varios filósofos y líderes religiosos tratan de convencer a sus discípulos y seguidores de que los animales no son sino máquinas sin alma, sin sentimientos. Sin embargo, cualquiera que haya vivido con un animal, sea éste un perro, un pájaro, o aún un ratón, sabe que esta teoría es una gran mentira inventada para justificar la crueldad». Isaac Bashevis Singer

(v) Hay religiones que dicen que los animales no humanos tienen alma.

– En 1990, el Juan Pablo II en locución dominical, publicada el 14 de enero de 1990 en «L’Osservatore Romano», dijo que «los animales poseen un soplo vital recibido de Dios», citando Salmos 103 y Salmos 104, siéndoles reconocida, por tanto, el ‘alma sensitiva’ (griego ‘pneuma’, soplo, aire), sin olvidar que el vocablo ‘animal’ proviene del latín ‘anima’ (alma)[6]:

«el hombre, salido de las manos de Dios, resulta solidario con todos los otros seres vivientes, como aparece en los salmos 103 y 104, donde no se hace distinción entre los hombres y los animales» Juan Pablo II

– Otras.

Especismo y religión (Link)

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4 Comments

  1. Edrey Pomarez 17 septiembre, 2020
    • David Díaz 17 septiembre, 2020
  2. Edrey Pomarez 17 septiembre, 2020
    • David Díaz 17 septiembre, 2020

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